¿Qué le toca al gobierno ante un huracán como María?
- Calixto Negron Aponte

- 20 sept
- 3 Min. de lectura
María nos dejó una lección que no se olvida: en una emergencia, la diferencia entre caos y seguridad la marca la preparación y la coordinación.

Un gobierno responsable no improvisa; activa planes trabajados con antelación, comunica con claridad y pone a las comunidades en el centro de la respuesta.
A continuación, te contamos qué podrías esperar de un gobierno eficiente antes, durante y después de un evento natural fuerte.
Antes del evento: prevención con la comunidad al mando
Un plan serio no empieza cuando sopla el viento: se construye barrio a barrio. Eso incluye:
Planes comunitarios, municipales y regionales de respuesta y resiliencia, elaborados con escuelas, centros de salud, comercios, universidades y organizaciones ambientales.
Censo casa por casa para identificar personas encamadas, necesidades especiales, problemas de salud, edades y destrezas útiles en la emergencia (por ejemplo, enfermería, plomería, cocina masiva).
Educación en las escuelas sobre reducción de riesgos y continuidad educativa “en línea” si las clases se interrumpen.
Guías claras para la ciudadanía ante huracanes, sismos, inundaciones, tsunamis y pandemias.
Evaluaciones anuales de refugios, centros de acopio y protocolos municipales y estatales.
Protección de ecosistemas (manglares, riberas, dunas) como infraestructura natural que reduce daños.
La preparación también exige infraestructura específica:
Alertas tempranas (tsunamis, meteorología, emergencias industriales), con repetidores de radio que funcionen aunque falle la electricidad.
Red de mareógrafos y una Oficina Meteorológica Nacional con enfoque regional caribeño.
Red Sísmica 24/7 con presupuesto adecuado.
Centros Regionales de Distribución con inventario auditado de alimentos y equipos esenciales.
Centros Comunitarios Resilientes con agua, provisiones, energía renovable y baterías, comunicaciones confiables y huertos; administrados por juntas vecinales, abiertos todo el año y listos para activar servicios en crisis.
Durante el evento: activar lo planificado, comunicar sin ruido
Al declararse el estado de emergencia, se echa a andar lo practicado:
Movilización a refugios y uso de Centros Comunitarios Resilientes como base de servicios.
Atención priorizada usando el censo previo (quién necesita oxígeno, quién requiere diálisis, quién no puede moverse).
Equipo de Respuesta a Desastres (ERD) multidisciplinario (epidemiología, salud mental, agua y saneamiento, ingeniería, logística, organización comunitaria y comunicaciones) para evaluar daños, riesgos y necesidades, y apoyar decisiones rápidas.
La comunicación en emergencia debe seguir principios claros: accesible, veraz, oportuna, interoperable y responsable. ¿Qué significa en la práctica? Mensajes simples y frecuentes por varios canales (radio, altoparlantes, SMS, redes, prensa), datos abiertos para equipos de respuesta y actualizaciones que expliquen qué se sabe, qué no y qué viene ahora.
Después del evento: recuperación con transparencia y empleo local
Pasada la tormenta, empieza la etapa más larga:
Transparencia total en contratos de emergencia: cualquier acuerdo que se adjudique con reglas excepcionales debe publicarse íntegro en 24 horas en los portales oficiales y con comunicado de prensa.
Prioridad al talento local en la recuperación y reconstrucción, comenzando por las personas y destrezas identificadas en el censo comunitario.
Apoyo preferente a organizaciones sin fines de lucro con trabajo probado en las comunidades.
Atención psicosocial coordinada para las personas afectadas y el personal de respuesta.
¿Qué puedes exigirle a tu gobierno?
Plan comunitario conocido (no un PDF olvidado): reuniones periódicas en tu barrio y simulacros.
Infraestructura de alerta y comunicación que no dependa de una sola tecnología.
Refugios y centros resilientes con energía, agua y comunicación garantizadas.
ERD visible y reportes diarios con datos comprensibles.
Contratos públicos en 24 horas y trazabilidad del gasto.
Empleo y compras locales en la reconstrucción, con métricas de avance.
Cerrar la brecha entre el miedo y la calma
María nos enseñó que la incertidumbre mata la confianza. Un gobierno eficiente reduce esa incertidumbre con planes ensayados, información útil y decisiones transparentes.
La meta no es volver “a lo de antes”, sino salir más fuertes y menos vulnerables. Y eso solo se logra si la preparación empieza donde vivimos: en la comunidad.
Que este aniversario sea más que memoria: sea un compromiso —gobierno y ciudadanía— con la responsabilidad, la organización y la transparencia que merecemos. FIN
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